Odio tu sonrisa, tus grandes ojos celestes de pupila chiquita y que parecen un océano al ser alumbrados por el sol. Odio tu lunar del lado derecho de tu cuello, tu pelo rubio, tus orejas que al tocarlas se ponen rojas, tu boca. Esa boca en la que planeo y deseo volver a perderme. Odio tu paso cansado, tu olor tan particular, la manera en la que hablás, tus tantos aros que se te salen y que perdés una y otra vez, el cosquilleo previo a verte, las lágrimas que se me caen al recordar momentos juntos y tener mil y un canciones que te traigan a mi mente una y otra vez. Odio cerrar los ojos y todavía sentir chocar tus labios contra los míos, esa media sonrisa que aún ahora me seguís sacando al pensarte, al nombrarte, al verte. No tener razones para que me sigas sintiendo tuya, que mis ojos queden enfocados en vos casi inconscientemente en medio de una clase, que los preceptores no tengan razones para recriminarnos cosas. Odio no saber por qué lo hiciste. Odio ya no verme en el reflejo de tus ojos, saber que no vas a estar cuando te necesite, que al escribir esto las lágrimas me ahoguen, aceptar que cuando alguien me hable por algún medio no vas a ser vos, no tener motivos por los cuales perderme en un recreo, o bajar por las escaleras del entrepiso. Odio ya no mirarte fijamente a los ojos a las 10 de la noche en medio de la oscuridad, desearte más que nunca los días de lluvia, que ya nadie invente momentos para dejarnos solos y tener en mi cabeza cada una de las fechas; no tener razones para llegar temprano a un lugar, o llegar tarde a una clase. Odio ya no ser la que te ocasione sonrisas y sospechar que quizás nunca lo fui por completo, no tener motivos para reclamarte nada, que nuestras peleas ya no se resuelvan con besos, saber que nunca más me voy a acostar con mi cabeza en tu pecho y sentir los latidos de tu corazón adentro de mi cabeza, diciéndome por dentro cuan feliz me hace tenerte conmigo. Saber que ya no importa el cuándo, el por qué, el cómo, el nosotros, tener en claro que poco a poco las telarañas de lo que pasó ya no se van a poder limpiar, que mis lágrimas ya no te movilicen, que no me sientas plenamente tuya, que seas menos mío que nunca y tener la seguridad de que no me estás extrañando.
Odio tener la impresión de que nunca te vas a ir de mi cabeza, que te voy a querer al menos por los próximos nueve meses, que a vos no te importa nada.
Odio, una vez más, tu paso cansado, tu media sonrisa cuando te salís con la tuya, tu boca mascando chicle, tu cara de cuando no tenés idea que te estoy mirando, tu metro 75, tus piernas flacas, tu pasión por lo que querés y lo fácil que hacés que parezcan las cosas. Odio haber escrito esto porque me hace caer en la cuenta de todo lo que re conozco.
Y aún así, si hay algo que verdaderamente odio, es no estar segura de odiar todo eso.
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